PARA COMPRAR Y VER MAS MODELOS ENTRAR A ESTE LINCK
http://es.aliexpress.com/store/group/Cartoon-Bed/1247856_257070988.ht
aqui encontraras todo lo que buscas para tu bienestar y alegria para el alma















La joven Psique, desesperada por haber perdido el amor de Eros, elevó una súplica a Afrodita. La diosa le prometió revelarle el paradero de su hijo siempre que Psique consiguiera ordenar una gran montaña de granos en un tiempo concreto, una tarea a todas luces imposible para un mortal. Eros, al ver la desesperación de su amada, decidió ayudarla en secreto, e hizo que unas hormigas colaboraran con la joven en la tarea. Afrodita, asombrada de que la joven hubiera tenido éxito en el encargo, decidió encomendarle otra prueba. Le encargó que consiguiera la lana de oro de unas ovejas doradas que pastaban cerca de un río. La diosa no advirtió a Psique que las ovejas eran extremadamente peligrosas y agresivas, buscando con ello que la joven muriera en el intento de conseguir la lana. Por suerte para Psique, el dios del río junto al que pacían los animales advirtió a la joven del peligro, recomendándole que se acercara a las ovejas sólo cuando éstas se encontraran adormiladas a la sombra. Psique hizo caso de los consejos del dios del río y, de este modo, consiguió la lana de oro. La última prueba que puso Afrodita a la muchacha fue descender al infierno para pedirle a Perséfone parte de su belleza, de forma que ésta le permitiera a Eros, deprimido por la ausencia de su amada, recuperar su antiguo esplendor. Por mucho que buscó la forma de entrar al inframundo, Psique no encontró ninguna entrada. Desesperada, decidió que el camino más rápido seria la muerte, por lo que se subió a una torre dispuesta a arrojarse para quitarse la vida. En el último momento, una voz surgida de los cielos la detuvo y reveló a la joven los secretos para entrar y salir del infierno indemne. Psique hizo caso de estos consejos y logró llegar hasta Perséfone, que, encantada de compartir su belleza con Afrodita, le entregó lo que la joven pedía.
La diosa Afrodita fue entregada en matrimonio al deforme Hefesto, según algunos autores como compensación por el trato que éste había recibido de sus padres durante la niñez debido a su fealdad y sus malformaciones. El matrimonio de Afrodita no fue, sin embargo, en absoluto dichoso, pues la fealdad de Hefesto acabó por repugnar a la diosa, que, necesitada de afecto masculino, acabó cayendo en los brazos del apuesto Ares, dios de la guerra. Ambos iniciaron una relación adúltera, relación que trataron de esconder al resto de divinidades. Sin embargo, el engaño no duró mucho. Helios, dios del sol, que desde lo alto del firmamento contempla todas las actividades de dioses y mortales, descubrió la infidelidad de Afrodita y corrió a la fragua de Hefesto para revelarle al dios el engaño. Éste, irritado, decidió urdir un engaño para humillar a su esposa y al amante de ésta. En su fragua tejió una red de plata irrompible. En un momento en el que Ares y Afrodita estaban copulando en el lecho, Hefesto les sorprendió y arrojó sobre ellos la red mágica. Los amantes quedaron atrapados por el artefacto. Hefesto, para humillarles y dejar patente la traición de su esposa, llamó a todos los dioses para que contemplaran sus cuerpos desnudos entrelazados. Afrodita, avergonzada, suplicó a su esposo que la liberara, prometiendo romper su relación con Ares. Hefesto, ablandado por las súplicas de su esposa, decidió retirar la red y terminar con el suplicio al que había sometido a los dos amantes.
El mito de Adonis está relacionado con Afrodita desde la misma narración del nacimiento del joven. Los autores antiguos cuentan que Mirra, hija del rey de Chipre, afirmó que era tan bella como la misma Afrodita. En castigo por esta insolencia, la diosa hizo que en el pecho de la joven se encendiera una incontenible pasión hacia su propio padre. A sabiendas de que éste rechazaría unas relaciones incestuosas con su hija, Mirra se hizo pasar por una prostituta y, de este modo, logró acostarse con su padre. La joven quedó embarazada, y al descubrir su padre el deshonor que había caído sobre la familia, trato de matar a Mirra. Ésta suplicó entonces a los dioses que salvaran su vida y éstos, atendiendo su súplica, la convirtieron en un árbol, que en adelante llevaría el nombre de la joven, el árbol de la mirra. Sin embargo, la gestación de su hijo estaba en un estado tan avanzado que de la corteza del árbol surgió un hermoso bebé que quedó depositado a los pies de la planta.
Hermes se presentó en el monte Ida e informo a Paris de los designios de Zeus. El pastor aceptó el encargo, de modo que las tres diosas se fueron presentando ante él en el máximo apogeo de su belleza. Para tratar de sobornar al juez, cada una de ellas le ofreció un don en el caso de resultar elegidas. Atenea le ofreció la sabiduría. Hera la felicidad conyugal y la dicha familiar. Afrodita, por último, le prometió el amor de la mujer mortal más hermosa del mundo. Paris no dudo un instante y, ya fuera porque su regalo le parecía el más apetecible, ya porque considerara que realmente era ésta la diosa más hermosa, escogió a Afrodita y le hizo entrega de la manzana de Eris. De este modo, Hera y Atenea juraron odio eterno al pastor, mientras que Afrodita se convirtió en su protectora. La diosa no tardó en hacer efectiva su promesa. Cuando años después Paris descubrió que no era un simple pastor, sino uno de los hijos de Príamo, rey de Troya, regresó a la ciudad y paso a llevar la vida que le correspondía como príncipe. En calidad de tal, Príamo le envió como embajador a Esparta, ciudad del Peloponeso con la que Troya quería establecer una relación comercial. Cuando Paris llegó a Esparta descubrió que su rey, Menelao, se encontraba fuera de la ciudad, y que era su esposa, Helena, la que actuaba de regente. Helena era una joven, hija de Zeus, considerada la mujer más hermosa de toda la tierra. Paris quedó prendado de la belleza de Helena, y en, ese momento, Afrodita cumplió su promesa, haciendo que Helena se enamorara perdidamente del príncipe troyano. Paris raptó a la joven y partió en sus barcos, llevándose además consigo una parte de los tesoros de Esparta. Cuando Menelao regreso y descubrió el rapto de su esposa decidió declararle la guerra a la ciudad de Troya, siendo éste el origen del conflicto.
Durante la guerra, Paris siguió disfrutando de la protección de Afrodita. Dado que éste no era un gran guerrero, en cada ocasión en la que tenía que acudir al combate, la diosa se cuidaba de que los poderosos héroes griegos no hirieran a su protegido. Cada vez que Paris estaba amenazado, Afrodita le cubría con una espesa nube que le hacía invisible a sus enemigos y posteriormente le llevaba por los aires hasta sus aposentos en el palacio de Príamo, donde Helena aguardaba impaciente su regreso.











